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jueves, 13 de mayo de 2010

Crónicas de Hathia: Cosmogonía II. El Destino de los Hombres, la Guerra de los Dioses y el Nuevo Orden

El destino de los Hombres

Los ciclos transcurrían, los hombres crecían, se multiplicaban y hacían grandes cosas. Nacían reinos que caían después, se levantaban ciudades que acababan por ser destruidas. Los guardianes no podían controlarlo todo, y se sentían frustrados, pues ésa era su misión. Un día se reunieron, extenuados y tristes.
- Los hombres que creamos para ayudarnos son más una carga que una ayuda. Hacen su voluntad y no nos dejan descansar, constantemente tenemos que controlar sus voluntades para que vayan en la dirección que hemos marcado y todo esté en orden. - se quejó Aine.
Los demás le apoyaban, así que decidieron construir el Vitram. Unieron sus voluntades y apareció ante ellos un objeto capaz de controlar los destinos de los hombres para que se cumpliera siempre la voluntad de los Guardianes. Los guardianes asintieron sonrientes y colocaron el Vitram sobre una enorme montaña, en el centro de las tierras del Este creadas por Arisan, y volvieron a su labor, tranquilos y satisfechos con su idea.

Sin embargo, Belriathon y Arisan no estaban conformes con ello. Observaron durante un tiempo como el Vitram interfería en las vidas de los hombres, encauzando sus caminos hacia el cumplimiento de los designios de los Guardianes. Ambos movieron la cabeza, entristecidos, y Belriathon se recluyó en su tierra. Pero Arisan volvió a enfurecerse y comenzó a fraguar un plan para deshacerse del Vitram.

La Guerra de los Dioses.

Arisan contemplaba taciturno cómo los hombres que había creado se extendían sobre el continente. Los hombres conocían su existencia y le temían y le adoraban, pero Arisan no estaba contento con eso. De manera que escogió a uno de ellos, llamado Gustav, y le habló cara a cara. Bajó a la tierra y se puso frente a él.

Gustav era sólo un herrero y estaba aterrado, de modo que al verle se postró de rodillas suplicando clemencia. Pero Arisan le puso en pie con amabilidad y le reveló su sabiduría. Le habló de los dioses y los hombres y también del Vitram. A Gustav tampoco le gustó aquella idea, y siguiendo los consejos de Arisan reunió un terrible ejército para atacar la montaña donde estaba el artefacto. Arisan les proporcionó magia y poder para la batalla, y el ejército comenzó a ascender por las colinas y a trepar por la montaña.

 Aine conocía los planes de Arisan, pues había percibido su desagrado y su rencor, de modo que se situó en lo alto de la montaña y retó a su hermano. Arisan se presentó, enfadado y lleno de ira, y ambos se enzarzaron en una violenta lucha que sacudió los mares y las tierras. Los demás hermanos despertaron y contemplaron la batalla, y todos se aprestaron a ayudar a Aine, todos menos Belriathon, que se quedó en su tierra, con los ojos bajos, lamentando la suerte de aquel planeta.
Los dioses luchaban, y Gustav y sus ejércitos ascendían la montaña, armados y repletos de poder, pero entonces, Arisan cayó vencido y la tierra se conmocionó. Gustav se detuvo frente al Vitram, lo contempló y se dispuso a dar la orden de ataque. Pero entonces Aine y sus hermanos se presentaron ante ellos y mostraron a Arisan, encadenado y con una venda sobre los ojos. Viendo vencido a su Señor, los ojos de Gustav derramaron amargas lágrimas, mientras los dioses se llevaban a Arisan y el Vitram y destruían la montaña, haciéndoles caer a las colinas bajas.

El Nuevo Orden

Aine y los hermanos tomaron un trozo de polvo estelar y lo amasaron, fabricando una gran plataforma de tierra que flotaba en el espacio. Allí colocaron el Vitram y se dispusieron a su alrededor, durmiendo plácidamente, para protegerlo de Arisan.
Éste, encadenado y con los ojos vendados, se quedó flotando en el firmamento durante ciclos, gritando y sollozando. Las plegarias de los suyos llegaban a sus oídos pero no podía responderlas, y su ira y su odio aumentaban con el paso de los siglos.
Gustav difundió el conocimiento que Arisan le había transmitido, y los hombres del Este estudiaron y trabajaron día y noche la forma de desligar su destino del Vitram, pero no lo conseguían. Los ciclos pasaron y las eras siguieron unas a otras, y finalmente, Arisan se cansó de esperar y dejó de sollozar.
Fue entonces cuando cayeron sus cadenas y su venda desapareció, y Arisan caminó con lágrimas en los ojos hacia el Vitram y se colocó frente a él, justo enfrente de su hermana. Cayó en un largo sueño de odio y rencor, esperando que llegara el día en que los dioses volvieran a despertar de su profundo sueño y tomar venganza.

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