Skadi productions present...

rss

jueves, 13 de mayo de 2010

Erelien

Sinopsis:  Recuperado de La Madriguera y con algunas variaciones, es un breve relato sobre la relación entre dos hombres... un tanto peculiar y angustiosa. El relato original surgió a partir del entorno de personajes de juego de rol, y se entreteje a lo largo de los minutos en los que Erelien aguarda a su amante ocasional, reflexionando sobre lo que significa para él y los avatares de su extraña relación de dominio y sumisión. Es un relato BLove, de relaciones entre hombres, que no llega a tener contenidos eróticos demasiado fuertes. Al menos no tannnto como otros, jeje


Viento gélido, oscuridad y nieve. La roca fría de las paredes de la caverna desprende vaho, el estandarte del fondo de la oquedad parece brillar, blanco y oro cuando lo toca una estrella, blanco y oro cuando lo roza la luna. La hoguera chisporrotea. ¿Cuanto hace que espero? No lo sé. Estoy inquieto. Estrecho la capa en torno a mi cuerpo y me aparto del rostro los cabellos. ¿Cuando era la cita? Al ocaso... sí, al ocaso. Pasó la media noche y aquí sigo. Caminando de un lado a otro, nervioso.

Mi corazón está agitado. Todo es impredecible. Todo es impredecible con él. ¿Acudirá?. Tal vez no. Seguramente no lo haga.

Somos dos desconocidos que se conocen demasiado bien. Somos dos almas que intentan encajar como piezas rotas que buscan su sitio, que pertenecen a engranajes distintos, pero que de alguna manera, sirven. Por qué viene a mí, no lo sé. El modo en que lo hace, me conmueve. También la manera en la que se abstiene de hacerlo. Creo que soy un consuelo.

Un consuelo. Bien. No me importa.

Sé lo que es la compasión. Está bien así.

Miro hacia la entrada de la cueva y suspiro, cuando finalmente me siento en el rincón y me cubro hasta la barbilla. Hace frío, la temperatura en el norte es un infierno helado al que uno nunca se acostumbra. Pero él no parece notarla. Nunca se queja de eso. También desafía al invierno, y supongo que eso me gusta.

Me pregunto si vendrá. Debería pensar que no y acabar con esta incertidumbre, regresar al campamento. Pero forma parte de lo que quiero. Me gusta.

Me froto los brazos, observando cómo se condensa mi aliento en la penumbra rojiza de la caverna, a la luz tenue del fuego que baila como una doncella de velos anaranjados azotada por el viento. Casi siempre que viene usa las cuerdas. Otras veces sólo me golpea, y otras, me acecha. Se agazapa en un rincón y me dice que me quede sentado al otro lado, mientras me observa, hasta que casi podría ponerme a temblar con el peso intenso de su mirada. Me observa y me acecha, como un animal, hasta que se decide a saltar sobre mi... o no lo hace. No puedo evitar que se me escape una sonrisa al pensar en ello. Cuando simplemente se levanta y se despide, encomendándome a los Dioses, y se marcha sin haberme tocado. Es una tortura, todo lo es. Desde esta espera indefinida que me regala hasta el instante en que sobreviene el dolor, desde la ansiedad de aguardar hasta el momento en que el sufrimiento es tanto y tan lleno que parece una niebla densa que arrastra todo lo demás, y queda un cielo blanco y despejado en mi mente. A veces hay sexo, otras veces sólo es el juego.

El juego al que jugamos.

No sé por qué empezó, no sé por qué me necesita. Sé que tiene a otro. Y sin embargo, también me tiene a mí.

¿Soy un consuelo?

Enrosco un mechón de mis propios cabellos entre los dedos, pensativo. Me vienen a la mente intuiciones cuando pienso en él. Frases deshilvanadas surgidas de un conocimiento extraño al que no puedo encontrar raíz, quizá por la manera en que ejecuta sus gestos o el modo en que habla, quizá por todo y por nada. Prisionero de sí mismo, recuerdo que pensé la primera vez. Solitario. Muy solo, a pesar de todo. Incapaz de comunicarse.

Entrecierro los ojos. Vuelven a mi las imágenes.

No puedo olvidar aquella vez, cuando apareció con restos de sangre aún en las manos, rechinando los dientes y con su mejor aspecto fiero. No el que esboza a conciencia para asustar, sino el otro, el de criatura desesperada, el más auténtico. Recuerdo muy bien aquella vez. La violencia con la que tiraba de mis cabellos, hundiéndose en mi interior con brusquedad, con los pulgares bajo mis párpados y obligándome a mirarle. "Entiéndeme", me ordenó. Lo gritó en mi oído, con la mirada turbia y perdida. Lo intenté... aún lo intento. Creo que lo hago, de alguna manera. Por eso le abracé aquella vez, y no dejé de hacerlo cuando me golpeó y me escupió, pateándome. "No quiero tu lástima", repetía, "entiéndeme, hazlo".

Recuerdo que al final se aferró a mi y gruñía, mordiéndome como si quisiera desgarrarme. Me hizo heridas muy profundas aquel día... y cuando todo acabó, me abrazaba, jadeante, con algo más que sangre en su rostro. Lágrimas.

Nunca le pregunté qué había pasado, por qué estaba en ese estado en esa ocasión. Creo que tampoco me hace falta, siempre me han dicho que soy intuitivo. Me he dado cuenta de las miradas que intercambia con ese compañero suyo. Hablan a media voz, se acercan demasiado, y hay algo en sus ojos al contemplarse que casi podría lamer y saborear. A veces se le encienden los ojos cuando le observa. Otras se enturbian con un velo melancólico, grave y emotivo. Tiene a otro y sé quien es. Sé que comparten algo especial, importante. Por eso no entiendo por qué sigue viniendo, por qué acude a mi todavía. ¿Soy una puta por dejar que haga esto? No me importa, la verdad. A mi... a mi me gusta. No es un sacrificio. No me siento víctima, yo obtengo lo que deseo.

A veces creo que él lo es, de sí mismo.

Me gusta tener esto con él, pero creo que me gustaría más que dejara de necesitar consuelo. Porque es lo que busca aquí, lo sé. Y me temo que no lo halla, apenas por unos momentos tal vez saboree algo parecido. Creo que nunca está satisfecho. Sin embargo, en algunos momentos, es dulce. Parece abrazarme y querer que yo lo haga, pero me aparta si lo intento. Otras es brutal, pero cuando quiere obediencia y es obedecido, siempre se vuelve melancólico, tierno. Es tan extraña esta dinámica... es difícil de comprender, aun sin ser necesario.

Cielos. Me salta el corazón en el pecho y se me acelera la sangre en las venas al escuchar al dracoleón, que posa las pezuñas en la entrada, el rasgueo de las garras en la nieve y el sonido tintineante de las placas. Cuando entra, lo hace con toda la calma del mundo, mientras yo me incorporo con nerviosismo mal disimulado y le observo. Su figura ocupa la entrada. Soy mayor que él y somos casi igual de corpulentos, pero por alguna manera, siempre me ha parecido más grande, que invade más espacio. Quizá por sus movimientos. Hoy no es diferente.

Mira alrededor, con el cabello cuajado de nieve, y yo fijo mi atención en sus ojos. Hoy llegan limpios, relajados, deslumbrantes. Ni rastro de sed o ansiedad.

- Los Dioses te guarden, Erelien - dice la voz vibrante, resonando con grave timbre en el interior de nuestro refugio.
- Derramen sobre ti sus bendiciones, camarada - respondo yo, en un susurro.

Por un instante hay silencio. Tengo un nudo en la garganta y trato de no desviar la mirada, mientras aguardo, asumiendo mi papel, el que quiero y he elegido. Si tuviéramos que combatir uno contra el otro, en un combate auténtico, sería bastante reñido. Él es muy bueno, pero aún tengo un poco más de experiencia. Aun así, sé que podría llegar a ser imbatible. Es, también y ante todo, un gran soldado. Parpadeo, mientras me mira. Parece indeciso.

- Eh... quieres... ¿quieres hablar?

Oh.

Me siento inmediatamente cuando él lo hace. Si. Todo es inesperado con él. Estoy perplejo.

- ¿De qué quieres hablar?
- No importa - se encoge de hombros levemente, acomodándose, con la pipa entre los dientes.

Esta noche, charlaremos y beberemos algo como compañeros de armas. Quizá como amigos. Como confidentes, tal vez, o como simplemente dos personas que se conocen empezando por el tejado, como dos almas que se encuentran y se lamen las heridas colgando desde un par de hilos raídos. 

Y también en esto encuentro un misterioso y sosegado placer.

0 comentarios:

Publicar un comentario