Skadi productions present...

rss

jueves, 13 de mayo de 2010

Crónicas de Hathia: Cosmogonía. Los Dioses y la Creación del Hombre

 Sinopsis: Esta es la cosmogonía que desarrollé como trasfondo de la novela interminable "Las Crónicas de Hathia", que aún está por acabarse desde hace unos... diez años creo, o más. Es lo que tiene perderse en jardines.


Etros y Santros vagaban solitarios en la oscuridad. Etros y Santros se amaban en la oscuridad, pero el frío les molestaba, así que Santros se cortó una uña y la imbuyó de aliento ardiente, creando el sol. Etros hizo lo mismo, pero su aliento era frío, y nació la luna. Entre los dos, mezclaron gotas de su sangre y nació el mundo, lleno de magia y con la esencia de los dioses primitivos en su interior. Les gustaba lo que habían creado, pero los siglos y la soledad les aburrían, así que Santros quedó encinta de las palabras y la voluntad de Etros y la suya propia.

Cuando Santros dio a luz, nacieron los Hijos Primeros: El primero en nacer fue Sirros, después Veenios, luego nació Shamay, después Belriathon, luego Velian y Arel, los gemelos, luego Kaled, luego Aine y por último Arisan. Etros y Santros dejaron a sus hijos jugar con el planeta que habían creado, y al principio sus juegos eran caóticos y sin sentido. Pero finalmente, se pusieron de acuerdo, y Sirros se encargó de las aguas. Las hizo dulces y saladas y las dispuso a su antojo alrededor de la tierra que sus padres habían fabricado, por dentro y por fuera, por arriba y por abajo. Creó los grandes hielos y los arroyos cálidos.

Veenios se quedó a jugar en el Norte. Modeló montañas y llanuras, plantó semillas y cultivó los bosques, pensó en los animales que quería y los creó, y contempló su obra, satisfecho. Tomó lo que había sobrado y lo arrojó al mar, hacia el Este.

Shamay se fue al sur, y jugó allí mucho tiempo. Con sus puños, levantó montañas y luego las deshizo para hacer el desierto, plantó semillas y metió los dedos en la tierra para hacer brotar el agua que las hiciera crecer, levantó una montaña de fuego pero se aburrió enseguida y dejó de trabajar. Miró lo que había hecho y se sintió satisfecha. Tomó lo que le había sobrado y lo arrojó al mar, hacia el Este.

Belriathon se quedó en el Oeste. Alzó rojas montañas y las rellenó con metales, hizo crecer árboles, colinas y hierbas. Amasó la tierra para que fuese fértil y trazó surcos con sus uñas para que discurrieran las aguas dulces. Trabajó mucho tiempo dentro de la tierra, llenándola de cosas maravillosas y brillantes, y cuando terminó, vio lo que había hecho y se sintió satisfecho. Tomó lo que le había sobrado y lo arrojó al mar, hacia el Este.

Velian y Arel se fueron a jugar juntos en el Este. Pusieron en la tierra muchos árboles verdes y tiernos pastos, pusieron llanuras y montañas, ríos y playas. Luego lo cubrieron todo con suaves hierbas y contemplaron su obra, sonrientes. Velian estaba cansado, se dio por satisfecho y arrojó lo que había sobrado al Este.

Arel aún quería jugar más, así que subió hacia el noreste y levantó picos redondeados, plantó árboles, arañó la tierra para sacar el agua dulce y modeló la costa. Levantó colinas y montañas, y cuando estuvo satisfecha, arrojó lo que sobraba al Este, sobre el mar.

 Kaled llegó de los últimos, así que se quedó a jugar en un pequeño lugar en el centro, rodeado por sus hermanos. Alzó montañas para que nadie le molestara y las rellenó de metales brillantes, sacó afuera el agua dulce y plantó árboles y hierbas. Como terminó enseguida, cogió lo que había sobrado y lo arrojó al Este, al mar.

Aine llegó casi al final, y apenas quedaba nada que hacer. Pero Aine también quería jugar, así que levantó un trozo de tierra que había bajo el agua hasta que asomó una isla. Aplaudiendo, empezó a trabajar. Plantó una selva de colores brillantes y sacó agua dulce para alimentarla. Modeló las playas y los arrecifes, pero ya no le quedaba sitio para más. Sin embargo, estaba satisfecha, y no le había sobrado nada.

Cuando Arisan llegó, todo estaba ya hecho. Arisan se enfadó y empezó a gritar y a llorar, y dio un fuerte pisotón sobre la tierra. Al hacerlo, el planeta tembló y todo lo que sus hermanos habían desechado se agrupó en el Este, saliendo a flote. Arisan lo contempló y vio que había un gran trozo de tierra lleno de cosas hermosas para jugar, así que se quedó allí, colocando montañas, bosques, flores y ríos. Trabajó durante mucho tiempo, mucho más que sus hermanos, y cuando terminó, vio que todo estaba como él quería y se rió, feliz.

Los hermanos estaban cansados de todo lo que habían trabajado, así que decidieron ir a dormir. Sin embargo, no podían descansar, porque cuando empezaban a dormirse, todo lo que habían creado empezaba a actuar con vida propia y aquello no les gustaba. Así que Etros y Santros dijeron a sus hijos: “Elegid algunos de los seres que habéis creado y dejadlos a cargo de vuestro juguete, así podréis al fin dormir”. Los hermanos asintieron, y empezaron a recorrer el planeta, buscando seres apropiados para la tarea.

Sirros encontró a una joven que descansaba bajo el agua, la despertó y le encargó que vigilara los mares. Le imbuyó su espíritu y se echó a dormir al fin.

Veenios era muy meticuloso, así que eligió a tres animales para que cuidaran de su obra: Un lobo, un ciervo y un halcón. Les imbuyó su espíritu y se echó a dormir.

Shamay encontró una serpiente alada y un escorpión y les dejó a cargo de su obra. Les imbuyó su espíritu y se durmió.

Kaled encontró un dragón, le imbuyó su espíritu, le ordenó cuidar de su obra, y se durmió.

Velian no encontró ningún animal para que cuidara su creación, así que imbuyó al sol de su espíritu y se echó a dormir. Arel, siguiendo el ejemplo de su hermano, hizo lo mismo con la luna y se acostó.

Aine se encontró con una luciérnaga, la imbuyó de su espíritu y se quedó dormida.

Pero Belriathon y Arisan no estaban preocupados por su obra. No les importaba que las cosas escaparan de su control, pues con haberlas creado les bastaba. Belriathon decidió que se quedaría en la tierra que había creado, de modo que tomó la forma de un león y se introdujo en una montaña, tranquilo y satisfecho.
Arisan se recostó en la orilla de su tierra y cayó en un profundo sueño, feliz y satisfecho.

Etros y Santros dejaron a sus hijos dormidos y se marcharon a otro lugar, creando a su paso estrellas y galaxias, cometas, soles y planetas, dejando el destino de aquel mundo bajo el juicio de sus vástagos, que descansaban plácidamente.


La Creación de los Hombres

El lobo, el ciervo, el halcón, la serpiente, el sol, la luna, el dragón, la luciérnaga, la dama del mar, Belriathon y Arisan se quedaron sobre la tierra, manteniendo el orden. Belriathon y Arisan se echaban a dormir de vez en cuando, pero los demás no tenían descanso, pues así lo habían dispuesto sus creadores. Así que se reunieron y decidieron crear seres que les pudieran ayudar.
- Los conejos y los ciervos son comidos por el oso y el lobo - dijo el primero- pero estos se multiplican sin cesar y nadie los caza. Los árboles crecen y crecen y nadie los detiene. Y las tierras fértiles están descansando porque nadie las cultiva.
- La magia crece bajo la tierra - dijo el ciervo - pero se queda allí, sin evolucionar, porque nadie la utiliza.
- El viento sopla y sopla, pero nadie lo escucha, nadie lo aprovecha. - terminó el halcón.
Así que los tres unieron su mente y su voluntad con el poder que Veenios les había otorgado y crearon a los Hombres del Norte, que despertaron, aturdidos y asustados, en las tierras preparadas para ellos. Los hombres del Norte cortaron los árboles, cultivaron la tierra, cazaron a los lobos y los osos para que no siguiera aumentando su número y fabricaron barcos que aprovechaban el viento. Algunos aprendieron a utilizar la magia y ayudaron a que los cultivos crecieran, las plantas florecieran y la caza fuera propicia.
- Los leones cazan a las gacelas, las palmeras dan su fruto, los oasis se abren y el desierto cambia cada noche. Nadie puede verlo ni aprovechar las virtudes de esta tierra, nadie puede ayudarme a cuidarla. - dijo la serpiente. Así que se concentró en su voluntad y nacieron los Hombres del Sur, que despertaron, aturdidos y asustados, en la tierra preparada para ellos. Cazaron a los leones, cultivaron las tierras propicias, estudiaron el Desierto y aprendieron a utilizar la magia de aquella tierra.
- Nadie hay para llevar a los rebaños a pastar, hermana- dijo el Sol.
- Nadie hay para extraer las joyas que escondí en esas montañas, hermano. - dijo la Luna
Así que el Sol se concentró y recogió el espíritu de Velian, y con él creó a los Hombres de la Tierra Verde. Los hombres de la Tierra Verde despertaron, asustados y sobrecogidos, en la tierra preparada para ellos. Llevaron a pastar a los rebaños, cultivaron las tierras y talaron los árboles para que no cubrieran la tierra en su totalidad.
La Luna se concentró y recogió el espíritu de Arel, y con él creó a los Hombres de Oriente, que despertaron asustados y temerosos en la tierra preparada para ellos. Los Hombres de Oriente trabajaron y trabajaron para sacar de la tierra lo que en ella había oculto, cortaron los árboles y cultivaron las tierras, talaron los árboles y cazaron a los pumas y los leopardos.

El dragón quería también alguien que les ayudara. Alguien que hiciera compañía a los dragones, les ayudara a encontrar sus joyas y a proteger sus huevos. Así que creó a los Hombres del Dragón, que cuidaban su sueño mientras hibernaban, protegían sus tesoros y utilizaban la magia de la tierra.

La Luciérnaga se sentía muy sola, así que tomó el espíritu de Aine, se concentró, y creó a los Hombres de la Isla, que recogieron los frutos de la tierra, cultivaron la llanura fértil y aprendieron a usar la magia de su tierra para que todo siguiera en orden.

 Belriathon estaba tranquilo, pero veía que las tierras estaban muy solitarias sin nadie que las ordenara, pusiera nombre a lo que había creado ni horadara las montañas en busca de los metales que había depositado en ellas. Sin embargo, no se concentró para crear a los seres que le ayudaran, simplemente se durmió y soñó, y de su sueño nacieron los Hombres del Oeste, que despertaron aturdidos y sin saber qué hacer. Finalmente, se maravillaron con la tierra que veían frente a sí y aprendieron a excavar las montañas, a reunir los rebaños, domesticar los caballos y cultivar las tierras.

Arisan contempló lo que aquellos hombres hacían, así que él también creó con su poder seres capaces de comprender, y nacieron los hombres del Este. Los hombres del Este cultivaron las tierras, horadaron las montañas e hicieron todo lo que se esperaba de ellos, pero Arisan no estaba del todo satisfecho, de forma que de vez en cuando se acercaba junto a ellos y les explicaba las maravillas del mundo, viendo cómo aprendían y prosperaban a gran velocidad. Por fin, Arisan sonrió y se dio por contento.

La Dama de las aguas contempló la nueva creación de sus compañeros con desdén. “Yo no necesito ayuda para la tarea que se me ha encomendado”, dijo, y se sumergió bajo las olas.

0 comentarios:

Publicar un comentario